Duro día para reengancharme al fútbol cartagenero elegí, tras algún fin de semana sin poder apoyar y disfrutar de mis gladiadores, y con el equipo ofreciendo dudas por alguna derrota en casa inesperada y juego un tanto soso, nuestros simpáticos amigos de Granada prometían hondar un poco más en nuestra crisis (así es como definían los más sensacionalistas nuestra situación).
Muchos detallitos afectuosos y algunos desagradables, en el campo y alrededor del mismo, me condujeron a una inquieta serenidad, y como la distancia del amor al odio es casi inexistente, una vez más, este marinero les habla de amor. Dos serán los hechos que más me sobresaltaron.
Menos mal, que aún me queda por describir otra escena, así que relax por favor, porque el recuerdo de este abrazo…aún me hace suspirar. No es más que la historia entre padre e hijo, no de sangre, pero si de fútbol. En el minuto 38, tras marcar un golazo, José Verdú (Toché), sólo pensó en su gran amigo JIM, injustamente cuestionado, y quien sabe que habría ocurrido si nuestro delantero no marca gol y el partido no se gana, y se repite otro mal resultado siete días después, si los huesos de nuestro entrenador darían de bruces en lo más hondo de la sempiternamente seca Rambla de Benipila.
Parece que aparte de una historia de amor, es una historia de vida, la vida que le dio el entrenador al delantero al creer en él como pieza central de su proyecto, y la vida que le da el delantero al entrenador con sus goles.
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