11 noviembre 2010

Las Luces del Marinero.

Les vuelvo a hablar de amor. Les hablo de vida.

Duro día para reengancharme al fútbol cartagenero elegí, tras algún fin de semana sin poder apoyar y disfrutar de mis gladiadores, y con el equipo ofreciendo dudas por alguna derrota en casa inesperada y juego un tanto soso, nuestros simpáticos amigos de Granada prometían hondar un poco más en nuestra crisis (así es como definían los más sensacionalistas nuestra situación).

Muchos detallitos afectuosos y algunos desagradables, en el campo y alrededor del mismo, me condujeron a una inquieta serenidad, y como la distancia del amor al odio es casi inexistente, una vez más, este marinero les habla de amor. Dos serán los hechos que más me sobresaltaron.

El primero fue nada más ocupar mi asiento. Como siempre, me dediqué a observar el colorido de las gradas, y también a buscar alguna marinera guapa…y allí estaba ella, la pancarta más injusta que he visto desde que voy al Estadio Municipal Cartaghonova. Desconozco quien o quienes habrán sido semejantes artistas contemporáneos, porque como yo este arte no lo entiendo, sólo entiendo que sea contemporáneo, porque no le encuentro ni la gracia, ni el gusto, ni el fuste de faltar al entrenador del Cartagena. No se lo merece, si alguien cree que ha de ir fuera JIM es poco objetivo, machacar al técnico porque el equipo no vaya entre los tres primeros actualmente en la tabla de la clasificación es soez. Sin embargo, no satisfechos, piden diabólicamente que JIM se marche y se lleve con el, nada más ni menos que a Mariano Sánchez, repito: Que se marche todo un modelo de persona y deportista a seguir, un jugador de primer nivel, compromiso, amor a unos colores, fidelidad, humildad y romanticismo. Por mucha libertad de opinión que haya en este país, yo no dejaba volver a entrar a semejante energúmeno.

Menos mal, que aún me queda por describir otra escena, así que relax por favor, porque el recuerdo de este abrazo…aún me hace suspirar. No es más que la historia entre padre e hijo, no de sangre, pero si de fútbol. En el minuto 38, tras marcar un golazo, José Verdú (Toché), sólo pensó en su gran amigo JIM, injustamente cuestionado, y quien sabe que habría ocurrido si nuestro delantero no marca gol y el partido no se gana, y se repite otro mal resultado siete días después, si los huesos de nuestro entrenador darían de bruces en lo más hondo de la sempiternamente seca Rambla de Benipila.

Parece que aparte de una historia de amor, es una historia de vida, la vida que le dio el entrenador al delantero al creer en él como pieza central de su proyecto, y la vida que le da el delantero al entrenador con sus goles.

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